El hardcore (primigenio o evolucionado) fue la banda sonora de mi adolescencia. Esa impronta es difícil de borrar. Hubo unos años en los que el máximo referente del estilo por estas tierras fueron Standstill, por eso cuando mi amigo Elías Egido (bajista de la banda por entonces) me propuso colaborar con mi contrabajo en su segundo álbum no me lo pensé. El día anterior a la fecha de grabación tuve que hacer mi jornada de trabajo de ocho horas y después engullir del tirón otras ocho de carretera (trayecto Madrid – Sant Feliu de Guixols), eran cosas que hacías en aquellos años sin pensar y sin cansarte, la ilusión debería constar en los análisis anti-doping. Llegué de madrugada y al día siguiente nos levantamos pronto para grabar en los Estudios Ultramarinos de Santi García. Ellos buscaban un efecto parecido a los arreglos de cello que empezaban a utilizar algunas bandas de post-hardcore de la época, como Engine Down. Así que optamos por grabar contrabajos con arco en los tres temas en los que colaboré. En el que se puede oir aquí mi colaboración aparece en la larga secuencia final, arreglos cruzados que improvisamos en el propio estudio que acentúan muy bien la épica de ese cierre. A partir de ese disco Standstill iniciaron un vuelo que solo dejó de ascender cuando ellos lo decidieron. Máximo respecto.